¿Banco Popular "de Puerto Rico" o Puerto Rico "del Banco Popular"?

    Cuando uno reflexiona sobre ese curioso nombre del BPPR, uno se pregunta si dicho banco "pertenece" a Puerto Rico, como su nombre sugiere, o si estos opinan que Puerto Rico le "pertenece" al banco.  De mirar a la conducta de muchos de sus lacayos y el actual esfuerzo en agresivamente continuar privatizando lo que queda del gobierno, uno supondría la segunda opción: la isla le pertenece al banco.  

    Es una realidad bien conocida que pequeños pueblos en Estados Unidos son literalmente propiedades de las compañías que operan en estas.  Típicamente, hay una compañía predominante, que por su poder y monopolio económico localmente situado, literalmente se apropia del pueblo--dicho sea de paso, algo muy contrario de la filosofía pública propuesta por estos favoreciendo la 'privatización' y 'competencia' que dicha ideología sugiere.  Como casi siempre es el empleador principal, la compañía fácilmente puede tomar represalias en contra de aquellos que quieran expresar su opinión sobre esta, favorable o desfavorable. La amenaza no necesariamente tiene que ser explícitamente expresada a pesar de ser una amenaza constante.  "¿Te recuerdas de fulano, aquel que hizo <tal y tal>, y que luego sufrió <tal y tal>?" 

    Da la impresión que algo parecido ocurre en Puerto Rico y el banco más grande que opera en el. 

    Esto no es necesariamente sugerir que sus más altos dirigentes son los que están detrás de dichas posturas.  Como es bien sabido, cambios del alto liderato en burocracias grandes (Departamento de Educación o la Autoridad de Agua y Alcantarillados) no necesariamente modifican su carácter y dinámicas institucionales; incluso, a veces estos no son directamente responsables por sus peores vicios institucionales.  El cambio de liderato solamente sirve para apaciguar públicamente protestas sobre su función social debido que, en un mayor numero de instancias de lo que uno se imaginaría, el alto liderato tiende a ser de carácter moral y de alto calibre, pero cuyo conocimiento profundo con respecto a sus procesos internos raramente existe al no haber sufrido los agravios de sus vicisitudes.  (Su genuina ignorancia brinde legitimidad a la corrupción que inciden dentro de las instituciones que 'dirigen'.)  La masa de segundos dirigentes--aquellos que flotan debajo de la superficie y que, por lo tanto, no están expuestos a la vista abierta o el escrutinio publico--casi siempre son los que constituyen el cáncer que aflige dichas instituciones.   

    Lo que llega a ocurrir mediante estos segundos o terceros niveles de burocracia intermediaria es una nociva intromisión en los procesos ordinarios del país: se inmiscuyen en los procesos políticos internos boricuas, drásticamente distorsionando el proceso genuino y democrático que debería de regir en todos los países del mundo.  De hecho, la dinámica logra constituir una actual fusión entre lo 'privado' (corporativo) y lo 'público' (gubernamental).  Cualquier escrutinio detallado revela la enorme manera en la cual uno (privado) se inmiscuye directamente sobre el otro (público).  No obstante, debido al hecho que el público general (los ciudadanos puertorriqueños) raramente se percatan sobre la envergadura, el ámbito, o la gravedad de de estas influencias permite que lo privado abiertamente critique lo público (lo gubernamental) en los medios de comunicación masiva al aludir a todo lo mal que este (gubernamental) tenga--permitiendo que se esconda el hecho que muchos de los rasgos más nocivos expuestos en las críticas corporativas actualmetne provengan no de la entidad gubernamental que es criticada, sino directamente de la entidad privada que opera detrás de sus cortinas (y la misma que emite dichas quejas). 

    Obviamente, aunque estas dinámicas sean 'beneficiosas' para los intereses inmediatos de aquellos funcionarios secundarios y terciarios privados y públicos, no necesariamente benefician al país o conduce a un genuino desarrollo económico.   Dividir el pastel entre menos personas no lo aumenta el tamaño absoluto de dicho pastel, y eventualmente las dinámicas (ultimamente inmorales) socavan el procesos de genuino desarrollo económico del país.  Se va empujando los limites del poder hasta llegar a un contundente y craso abuso que es tan obvio y descarado, que pide una reformulación más ambiciosa de lo que 'normalmente' ocurriría.  El 'modelo económico' en practica actual sirve para desgastar tanto el alma como la mente de todos los involucrados, directa o indirectamente.  

    Ante esta fusión defacto entre lo publico y lo privado, no estaría de menos preguntar si se debería de volver a un modelo radicalmente diferente al existente: la nacionalización del Banco Popular de Puerto Rico.  Sea o no viable, ciertamente ayudaría a reconocer lo que esta institución debería de ser idealmente: un ente que sirve al público y no uno que se sirve de estos. Sería restaurar la institución para que modele más fielmente su nombre original: el banco del pueblo.