A ciencia cierta: Susan, Omar y la meteorología en Puerto Rico*

    A eso del medio día del miércoles, la reportera Susan Soltero exclamó en un tono algo histérico que estaba tomando todas las medidas personales ante la amenaza del huracán Omar.  Lo que fue particular del reportaje, como todos en la isla supondrán, es que literalmente nada ocurrió en San Juan aquel nefasto día--ni tan solo una llovisnita o un viento mayor de una caminata liviana para dejarnos saber que ciertamente estaba pasado un evento climático serio cerca de nuestras costas.  Hubieron mayores 'ráfagas' y lluvias serias el domingo anterior que en el esperado día de impacto cuasi - cataclismico.  Lo único que propició el reportaje fue otro largo fin de semana, dando que el Secretario de Educación Aragunde insistiera que los estudiantes fueran a la escuela, algo que ciertamente no hicieron--como tampoco los empleados de gobierno al estar las calles desérticas el jueves y viernes.   Las navidades sin duda llegaron temprano este año.

    Ciertamente, esto no fue culpa de los meteorólogos per se sino del estado de la meteorología, que lejos de ser una 'ciencia cierta' es una ciencia algo incierta.  Pero antes de notar sus debilidades y culparla por lo que no es, es importante reflexionar sobre cuanto se ha logrado en el siglo, al igual que compararlo con la historia de los huracanes en el Caribe.  A mirarla por lo que es.  Utilicemos estos disturbios para reflexionar brevemente sobre nuestra realidad actualidad y cuan afortunados somos como comunidad en el momento.

    En tiempos de antaño, simplemente no se sabía que venía un huracán.  Se tenia una que otra señal que posiblemente vendría algo por ahí: la formación particular de nubes en el cielo o la apariencia de anillos alrededor de la luna, algunos de estos aprendidos de los indios Taínos y Caribe.  Pero estas señales eran meras 'adivinanzas' que no podían ser distinguidos de señales falsas, como quizás  la aparición de un tipo de tortuga a Cristóbal Colon durante su segundo viaje a América, que afortunadamente lo 'salvo'  de sus violentas ráfagas.  (Cuan diferente hubiese sido la historia de América, de no haber existido esa 'tortuga'.) 

    Cuando el huracán San Francisco llegó a Cuba en octubre de 1846, tomó a sus ciudadanos por sorpresa, dejando centenares de muertos a su paso. Se había dado un huracán dos años antes en 1844, dejando los cafetales que entonces dominaban su económica en un lento proceso de recuperación; se esperaba que las nuevas cosechas traerían un necesario flujo de capital.  Aunque se había temido que iba a haber una huracán en Septiembre de 1846, cuando se 'detecto' causo pánico, pero fue una falsa alarma como el huracán Omar.   Lamentablemente, como resultado, las señales que hubieron en Octubre de una amenaza real fueron desapercibidas y descartadas, a tal punto que la elite fue a ver la Filarmónica en la ciudad capital (Habana) la misma noche que San Francisco arribó a las 1:00 de la mañana.  Mientras que sonaban los tambores en la sala, habían truenos y relámpagos a sus afueras.  El huracán en Octubre de 1846 literalmente azotó la isla y sus ciudadanos, de tal impacto que dio a una reestructuración total de su economía.  El huracán destruyó su posibilidad de recuperación, llevando los cafetaleros a la quiebra y sus tierras as manos que las dedicaron a la caña de azúcar.  En contraste con el resto del mundo occidental, se extendió la esclavitud en esa isla hasta fin de siglo.  Es difícil determinar cuantas personas murieron en aquel entonces debido que no se contaban la muerte de los desamparados y las personas de color (i.e. esclavos).  

    Podríamos sugerir que posiblemente unas 3,000 personas murieron en aquel entonces--en contraste con el posible resfriado que pudo haberse sufrido el miércoles.  Aunque es una especulación, podemos observar que huracanes fuertes durante la primera mitad del siglo veinte daban a tales cifras.  Cuando San Zenon azotó a la República Dominicana en septiembre de 1930, se estima que mató directa e indirectamente a unas 4,000 personas--la mayoría de las cuales eran migrantes de la ruralía a Santo Domingo y que vivían en casas de simple construcción.   En Puerto Rico, quizás el peor huracán que nos dio fue justo a principio de siglo, San Ciriaco (1899), en el cual unas 3,000 personas trágicamente murieron, tanto por los vientos huracanados como por las condiciones no higiénicas que dejo en su paso.  Huracanes de menos envergadura típicamente dejaban muertes de unas 200 personas, fluctuando entre 100 y 300.   Si comparamos esto con lo que ocurrió el miércoles, deberíamos de sentirnos afortunados de la época en que vivimos.

    Lo que es importante recalcar en el Puerto Rico contemporaneo es que tuvimos conciencia del huracán: sabíamos que había peligro a nuestro alrededor y que tomamos las medidas de precaución necearías para proteger nuestras vidas y seres queridos.  El uso del chisme e información--'vivir del cuento' como se dice en Puerto Rico--en este sentido tiene un papel sumamente importante en la preservación del grupo y es posible que por esta razón es un rasgo intrínseco humano--aun cuando  tiende a ser destructivo en ausencia de amenazas reales dentro de la urbe moderna.   La combinación de un evento mayor que se mueve a un paso lento, con la habilidad moderna de difundir información rápidamente del fenómeno permite la protección del grupo ante la amenaza--aun cuando no se puede prevenir el fenómeno per se.   No podemos parar el huracán, pero al saber que viene, nos podemos preparar.  

    En este sentido, el 'fallo' de los meteorólogos el miércoles ante una audiencia de millones de hecho fue la mejor expresión de su éxito como profesión: nos dejaron saber del peligro, y eso es lo más que cuenta.  Nos dieron la necesaria señal de alerta que cien años atrás no teniamos.  En ausencia de la historia, nos cegamos ante lo que actualmente existe.

    Esto nos lleva a la posible conclusión que medidas de advertencia (información) de otros eventos naturales, tales como los terremotos, probablemente no tendrán la misma efectividad y posiblemente deberían de ser descartados.  No deberíamos de proyectar el paradigma de huracanes a estos, cuyas dinámicas y relación con la información es muy diferente.  En comparación con el huracán, que ahora podemos detectar tempranamente (por Africa), que se mueve lentamente (unas 10 mph), y cuyos determinantes son igualmente fáciles de identificar (i.e. frente frío), el terremoto ocurre repentinamente y con poco aviso.  Los terremotos serios con tan infrecuentes, que aun si uno pondría una alarma, la ausencia de habito y consciencia de uso de los mismos probablemente darían a una pobre reconocimiento de su advertencia.   

    ¿Se estará gastando los pocos fondos de la isla adecuadamente en la Red Sísmica de Puerto Rico?  Es difícil de determinar, en parte porque las construcciones de mayor protección contra los huracanes--las de ladrillo--tienden a ser las más susceptibles a los terremotos.  (Las de madera, al ser flexibles, son menos propensas a derrumbe durante terremotos; pero a la misma vez son mas susceptibles a los huracanes.)   En este sentido, lo que quizás hay que cambiar no es tanto el sistema de advertencia, como lo tenemos hoy día con la meteorología para huracanes, sino el método y rigor de construcción a través de toda la isla.