Monica y su medalla de oro: Lecciones en meritocracia

Monica Puig fue el primer puertorriqueño en ganar una  medalla de oro Olímpica y ahora todos halagan lo que poco entienden.  Monica no gano porque fue escogida a puerta cerradas por un pequeño núcleo de poderosos.  Monica no gano porque tuvo una competencia cual nunca fue anunciada al resto del mundo, siendo ella la única competidora.  Monica tampoco gano por chanchullos mediáticos que desvocaron a sus rivales, dejando solamente a ella parada.  Las reglas de competencia no fueron arbitrariamente cambiadas a ultimo momento para que solamente ella pudiese salir victoriosa. Monica Puig gano por todo lo opuesto: en competencias abiertas, y por su propio esfuerzo.

Por largos años se ha dicho que la única manera de mejorar a Puerto Rico es mediante la meritocracia.  Hacia comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Rexford Tugwell le sugirió a Luis Muñoz Marin que estableciera un sistema mas racional en la selección de empleados gubernamentales.  Específicamente, Tugwell quería establecer un ‘examen de servicio civil’, como suelen hacer todos los demás países, para así nombrar a las personas más cualificadas a sus puestos.  Muñoz Marin, quizás porque sabia que bajo dichas condiciones el no hubiese salido electo, rechazó la sugerencia diciendo que no era el momento apropiado.  Todavía estaban en lo que ahora conocemos como la Gran Depresión, y no podia dejar sin empleo a padres de familia.   Bajo  tal trivialidad fue que una oportunidad única es perdida en la historia de la isla.

Hay varias lecciones que deberíamos de aprender de la primera medalla de oro puertorriqueña.  En el ámbito del deporte, es incorrecto sugerir (como lo ha hecho Hector Ferrer) que lo que se debería de hacer es estimular el deporte del tenis.  [Sonido de un buzzer.]  La lección actual es que deberían de haber personas cualificadas para seleccionar aquellos niños que se destquen en ciertos deportes para darles un entrenamiento apropiado ‘de Olímpico’, de quererlo realizar.  (Los deportes es más ciencia de lo que la genete presume.) Lamentablemente, lo que típicamente se da es lo opuesto: aquellos que demuestran algún nivel de talento son atacados por sus pares, como si los deportes fuese la selección del ‘favorito de mami’ en una familia. (Es una conducta tipicamente puertorriqueña que se da en muchos ámbitos.)

También podemos hacer el señalamiento que los altos niveles de diabetes en la comunidad puertorriqueña se deben a la mala dieta y la casi total ausencia de ejercicio en la vida rutinaria de las personas.  Los puertorriqueños, como colectivo, no tienen una cultura de atletismo. Habrán ciudades y nucleos geográficos que demuestran patrones atléticos—una visita al pueblo de Coamo fácilmente revelara la atención a la pista y campo que se le da en la comunidad.  Pero por lo general las pistas y las piscinas están vacías por semanas, meses y años. No que me queje como nadador, pero ese es el hecho.

No obstante, la lección más contundente es la aplicación de la meritocracia a TODOS los ámbitos puertorriqueños, sea la industria privada, el gobierno publico, la universidad y la secundaria o incluso el ámbito familiar.  Lo cierto es que la ausencia de meritocracia a través de los multiples ámbitos puertorriqueños sirve para degradar toda actividad en la comunidad.  Es un problema mucho más grave y serio de lo que se imaginan, que repercutirá nocivamente en cualquier intento a mejora económica. Si los doctores no saben curar, si los ingenieros diseñan edificios que se derrumban, de facto vetará cualquier intento de política publica hacia el desarrollo. No importe quien sea el politico de turno, no habra un capital social que podrá ser dirigido a ciertos fines.

Lejos de la ciudad de oro, la isla se convertirá en el fango de la miseria.