Viviendo en tiempos de Atahualpa

    La llegada de Francisco Pizzaro al imperio Inca en 1532 revelo la existencia de una profunda crisis socioeconómica que existía justo en su encuentro. Semejante al cuento bíblico de Cain y Abel, habían dos hermanos que batallaban por el control del imperio: Huascar, quien asumió el trono inicialmente y Atahualpa, quien lo derroco.  La historia es interesante por su contenido, al igual que por la distorsiones y/o difamaciones del mismo.

    Huascar sucedió su padre en 1527, intentando de realizar una serie de reformas al imperio que terminaron en la guerra civil con su hermano Atahualpa, y su eventual ejecución. Como suele ocurrir, el factor que causo la creación del imperio incaico, también fue la causa de su destrucción: específicamente el panaqa.

    La motivación incaica por imperio surgió con la creación de los panaqas, o lo que podríamos denominar como feudos hereditarios corporativos que mantenían todas las conquistas de un líder dentro de su linea de herederos.  Al surgir un nuevo líder incaico, debido que estos recursos no eran tributables y no podían ser directamente incorporados en la sociedad incaica, este se veía forzado a tener que conquistar nuevos territorios, para así obtener los ingresos necesarios para su estado.  El fenómeno ocurre ad-nauseum a través de multiples generaciones.

    Podemos fácilmente identificar el problema con el sistema, como ha señalado Joseph Tainter en su magistral estudio: a manera que la fuente de ingresos incaico se basaba en tierras con mayor distancia, menos factible se hace el liderato estatal.  La coordinación a distancia, en un tiempo cuando no existían caballos o bueyes, y mucho menos automóviles o carros, era sumamente costosa-aun cuando se estableció la rigurosa ‘autopista Inca’, que todavía permanece hoy.

    Ante esta situación, Huascar tomo la natural decision de derrocar los existentes panaqas, debido la simple insustentabilidad del sistema económico. Fue bajo este contexto que las familias reales y Atahualpa empezaron a difamar la imagen de Huascar en el imperio, como a los españoles.  A Huascar se le caracterizaba como insaciable por el sexo, quien destruía una panaqa para obtener las esposas de sus líderes. etc. Atahualpa ascendió al trono con la asistencia de la vieja realeza y eventualmente asesina a su propio hermano.

    Es bastante claro que Puerto Rico esta viviendo los tiempos de Atahualpa.

    Las viejas estructuras económicas ya no sirven, y grupos politicos con beneficios económicos han formado completa oposición a un sistema económico que se ha tornado insostenible a la larga.  Todos opinan falsamente que su ingreso es un ‘derecho constitucional’ y hacen todo lo posible por defenderlo, lanzando todo tipo de difamación y acción peyorativa que disminuya los genuinos y bien-intencionados esfuerzos a la reforma. (No que no existan mal-intencionados esfuerzos de reforma.)

    Podemos ver ‘claques políticas’ a través de todos los sectores de la sociedad, muchos de los cuales no tienen duda alguna en utilizar todo tipo de difamación para atacar a quien desea serios cambios y reformas estructurales al sistema. “No nos toques, y haremos cualquier cosa—incluso ir en contra de nuestros juramentos profesionales—para derrotarte.) Las difamaciones son como las practicas filipinas a principio del siglo veinte: puñaladas por la espalda por un enemigo que nunca se atreve a dar la cara en publico.

    Sin duda alguna, estamos viviendo en los tiempos de Atahualpa. Solo esperamos que terceros no tomen ventaja de la situación, como realizo exitosamente Pizarro hace 500 años atrás.