¡¿Qué le paso a Pueblo?!

    Ay, mi Pueblo.  Desde que me establecí en la isla con la llegada del nuevo milenio, Pueblo se convirtió en una parte rutinaria de mi vida.  Tantas veces fui a Pueblo que me recuerdo exactamente donde quedaba cada producto y cada fila del lugar.  Pueblo, de cierta manera, se convirtió figurativamente en un pequeño parque central de la comunidad: un sitio donde familias rondan y las personas interactuan entre si.  Me acostumbre a inesperadamente ver vecinos, colegas y distantes familiares en el lugar: esos pequeños saludos que te hacen sentir parte de un grupo mayor.  Notaba cada manerismo de sus empleados, las dinámicas sociales de su juventud y los amables ‘chefs’ que, cuando su jefe no miraba, ponían una costilla o una chuleta extra en la tiendita de comida.  

    Pueblo se había convertido en mi Barcelona.

    El supermercado ahora se ha reubicado en el primer nivel del edificio, que ahora queda a mismo nivel de la calle principal al exterior (la Muñoz Rivera).  Antes, el supermercado literalmente se encontraba en el sótano, adyacente al estacionamiento del pequeño edificio.  Uno podría presumir que este leve cambio seria de negligente impacto.  Después de todo, hay mas filas, mayor variedad de productos, y un deli ‘a lo Americano’ que ahora sirve todo tipo de comida sintética norteamericanizada—como le gusta al puertorriqueño común y corriente.

    Pero en este leve industrialismo gastronómico, algo importante se ha perdido: ese intimo sentido de comunidad que era tan notable de su previo predio.

    Es decir, todo ha aumentado en numero: el numero de empleados, el numero de administradores, el numero de filas, etc, dando un sentido de anonimidad incipiente (encroaching anonymity) que fue explorado por los primeros sociólogos como Emile Durkheim y George Simmel.  Veo menos personas que conozco, y es casi seguro que la estabilidad de los empleados que ahi trabajaban—ya tenua por su carácter estudiantil—va a ir en aumento.  El anomie tan bien descrito por los intelectuales alemanes a finales del siglo XIX ya esta empezando a asomarse con el nuevo local.

    Sin duda, los administradores de los supermercados Pueblo jamas en su vida tuvieron la intención de crear el núcleo de una comunidad en la tienda vieja. Sin duda alguna, su enfoque era en la provision de servicios, el control de gastos, y el aumento en ganancias—como todo buen administrador tiende a enfocarse. Pero el contexto delimitado bajo el cual operaban en el viejo local por definición implicaba que sus acciones, conscientes o no de ellas, fomentaba la creación de una pequeña comunidad con un nivel de intimidad típicamente vista en los pueblos pequeños de todos los países.   

    No que les hecho la culpa de la destrucción de mi Barcelona; solo que voy a echar de menos aquel núcleo social que había formado parte de mi vida por tantos largos años.

    Adios, mi querida Barcelona. Siempre tendras un lugar especial en mi corazón.