Ciencia y colonialismo en Puerto Rico entre siglos: El Instituto de Medicina Tropical*

    ¿Cuál es mejor: un imperio que abiertamente expone su cruda represión o un imperio que se reclama como el faro de la democracia mientras siniestramente extiende sus tentáculos en las sombras?

    El nuevo libro Historia bajo sospecha (2015) de Gervacio Garcia, profesor retirado de la UPR, claramente expone los problemas sufridos por los proto-cientificos puertorriqueños durante el siglo XIX.[1]  Tanto Jose Julian Acosta y Román de Castro Baldorioty (su nombre original antes de que se lo cambiara a Román Baldorioty de Castro) tenían el potencial de impulsar la isla a un siglo de oro científico.  Habían estudiado bajo el científico  sacerdote el Padre Rufo en Puerto Rico, finalizando sus estudios ‘graduados’ en España, Francia y Alemania antes de regresar a la isla.  Pero al llegar, casi todos los líderes politicos le hicieron la vida difícil.  

    Quizás el mejor ejemplo ilustrando el ambiente de represión intelectual que había en la isla fue cuando Acosta se vio forzado a ‘clandestinamente’ publicar su ‘historia de Puerto Rico’ como un comentario extendido en su edición de la historia de Iñigo Abbad y Lasierra.   Acosta tambien desistió publicar un obituario del Padre Rufo por temor a represalías gubernamentales. Cuando Alejandro Tapia y Rivera trato de publicar la “Biblioteca Historica de Puerto Rico’, un compendio de manuscritos encontrados en España por el grupo de jóvenes intelectuales, tuvo que invocar la autocensura para que el censor lo aprobara.  En particular, tuvo que remover secciones de Bartolome de las Casas, al igual que secciones donde la brutalidad abierta de los gobernadores era expuesta.  

    Pero, la persecución no termino ahi.  Aunque Acosta fue uno de los fundadores el Instituto de Segunda Enseñanza, siempre fingió como director interino debido al hecho que el resto del profesorado eran 'peninsulares' (Españoles provenientes de la ‘madre patria’). De igual manera, tanto a Acosta como a Baldorioty no fueron nombrados formalmente en instituciones educacionales por sus tendencias liberales.  Aunque Acosta pudo desenvolverse al establecer una imprenta, Baldorioty tomo otros rumbos, dando que terminara en la penuria hacia el final de sus años, viendo fallecer a todos sus hijos antes de el mismo morir.

    Es bastante obvio que si para cosas básicas de historia había tenido arduas dificultades, la discusión de ideas científicas revolucionarias como las de Darwin los hubiese llevado al exilio o a la cadena perpetua.

    Es algo extraño, destaca Fernando Pico en el documental “Seva”, que aunque estuvimos todo el periodo colonial añorando la independencia, historiadores y literatos del siglo XX luego vengan y idealicen este periodo en contraparte al nuevo colonialismo de Estados Unidos.[2] Sin duda, y igualmente obvio, desde un punto de vista de la historia científica, que el siglo XX tampoco fue uno de flores, bombas y platillos.

    Un buen ejemplo que tipifica la represión escondida de Estados Unidos como imperio en Puerto Rico es el caso del Instituto de Medicina Tropical (IMT).  El IMT fue fundado luego de una ardua campaña contra la uncinariasis en la isla, en la cual miembros fundadores del IMT habían colaborado intensamente bajo difíciles condiciones.[3] Los $5,000 que gasto el gobierno quizás fueron los mejores dólares invertidos en la historia médica de la isla con contundentes resultados médicos: la tasa de mortandad debido a la enfermedad se redujo por un factor de 10 en la isla.[4] (Hoy dia, el beneficio médico de aumentos en gastos institucionales es pésima en comparación.).

    Aunque Walter King no se unió a sus colegas en el Instituto, su fundación en 1912 creo un nuevo espacio para la practica científica autóctona en Puerto Rico.  Bajo estas circunstancias, Bailey K. Ashford se había incorporado como un ‘boricua adoptado’ en el esfuerzo local para combatir las enfermedades tropicales.  Hay largos pasajes en la biografía de Ashford donde mira nostálgicamente ese periodo en el cual colaboró con el bayamoeño Pedro Gutierrez y el ‘genio loco’ de Isaac Gonzalez Martinez.  Los cuentos de continuas deficiencias presupuestaria caracterizan todos lo informes al Gobernador de Puerto Rico realizados por Gutierrez, quien había sido nombrado por sus colegas como Director de la institución.  A pesar de estas dificultades, el sótano del Palacio Rojo había sido un ambiente intimo de abierta colaboración y arduo trabajo, como reconoció Ashford.[5]

    Es quizás por esta razón por la cual es tan chocante aprender lo que sucede cuando se establece la Escuela de Medicina Tropical (EMT) en el 1926.  El nombre sugiere que la EMT había sido un ‘sucesor natural’ a la IMT, otorgándole a sus practicantes una mayor cantidad de fondos remediando la constante penuria sufrida por la IMT.  Obtuvieron su propio edificio, un presupuesto enormemente agrandado, y una mayor sofisticación de análisis médico al tener un numeroso equipo científico especializado.  La “obvia" sugerencia sería infundada, lamentablemente.

    De hecho, la construcción de la estructura arquitectónica de la EMT fue literalmente una reconstrucción institucional de la IMT en el cual tanto Isaac Gonzalez Martinez como Pedro Gutierrez habían sido rechazados como participes científicos.[6]  Tuvo que haber sido un periodo muy difícil de reconciliar para Ashford. Por un lado estaba obteniendo todo lo que había deseado en su vida: su propio instituto medico - científico. Pero por otro lado, estaba abandonado (y hasta cierto punto traicionando) las personas que tanto habían hecho para ayudarle en su esfuerzo científico.  Sin Gutierrez y Gonzalez Martinez, Ashford no hubiese podido realizar todas las hazañas destacadas que había hecho hasta la fecha.

    La casi-invisible cuchilla por la espalda había sido forzada por instituciones benéficas como la Rockefeller Foundation, entre otras.

    Para contestar nuestra pregunta original, quizás la mejor respuesta es: “None of the above"; ni uno, ni el otro.

    

NOTAS

    1. Gervasio Luis Garcia, Historia Bajo Sospecha (San Juan: Publicaciones Gaviota, 2015)

    2. Luis Lopez Nieves, Seva - Historia de la Primera Invasion Norteamericana de la Isla de Puerto Rico Ocurrida en Mayo de 1898 (San Juan: Editorial Cordillera,  2003).

    3. Lucy Peña Carro, "Las Comisiones de Anemia en Puerto Rico (1904-1908): medicina o justicia social". Tesis de maestría, Universidad de Puerto Rico, 2007.

    4. Harold E. Leonard Reyes, “El impacto de la campaña contra la uncinariasis y la política de salud pública norteamericana en Puerto Rico, 1898-1918”, Tesis de maestría, UPR, 1991.

    5. Bailey K. Ashford, A Soldier in Science : The Autobiography of Bailey K. Ashford (San Juan, PR : Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998).

    6. Rodrigo Fernós, Gonzalo Fernós Maldonado y el Espacio para la Ciencia en Puerto Rico (Indianápolis: XLIBRIS, 2013).