Nancy A LaGreca y la definición de la masculinidad

    Estuve atendiendo la excelente conferencia de la Latin American Studies Association (LASA) la semana pasada cuando me tope con la charla de la profesora LaGreca en lo que debió de haber sido una discusión del “Positivismo y la biotecnología”.  Para serles franco, no le preste mucha atención porque desde el inicio, la intención y presunciones de la autora estuvieron tan equivocadas, que me puse a cuestionar que problemas emocionales ella había tendió que la condujera en tal dirección.  El caso es interesante porque he visto a otras feministas en Puerto Rico tomar actitudes parecidos, que ameritan alguna discusión.

    LaGreca definió al varón como uno ‘obsesionado con el poder y el control’, arguyendo que la ‘abnegación’ debería de ser la definición principal del varón.  Notamos del inicio el enfoque principal de la profesora en asunto de ‘poder’, obviando por completo los requisitos de dinámicas sociales o incluso el tema mas amplio de las relaciones sociales en una comunidad orgánica. Para LaGreca, todos los hombres eran abusadores, y por lo tanto estaba intentando utilizar la literatura para definir varones que se dejaban ‘correr por encima’ por otras personas—en particular las féminas.

    El problema principal con el ‘argumento’ (si así lo podemos llamar) de LaGreca es que obvia por completo estudios antropológicos sobre la masculinidad.  En 1991 David Gilmore publico uno de los estudios mas abarcadores sobre la masculinidad para evaluar como esta era definida a través de diferentes sociedades.  Su “Manhood in the Making: Cultural Concepts of Masculinity” es uno de los mejores libros que he leído, y se lo recomiendo a todo varón.  

    Uno de los hallazgos principales de Gilmore destaca que es precisamente el ‘auto-sacrificio’ como el rasgo principal que define los varones a través de todas las culturas.  Estos eran típicamente revelados en actos de ‘iniciación’, tal como en la tribu Zulu cuando el joven primero cazaba un leon por su propia cuenta.   Gilmore hábilmente describe las tensiones psíquicas internal dentro del joven varón: por un lado su instinto a correr como un acto de auto -preservación, versus el acto de confrontar al leon para el bienestar de su comunidad.  Es un acto ‘heroico’ en el sentido que pone su propia vida en riesgo para el beneficio de la comunidad—un acto que obviamente requiere algún nivel de reprocidad por la comunidad debido al riesgo que esto implica.

    Una buena contraparte serian los varones de ciertas tribus en el Pacifico. (Lei el texto hace muchos años, así que no recuerdo los pormenores).  Estos varones eran ‘féminas’ en el sentido que no protegían sus tribus en contra de las amenazas externas, sino todo lo contrario.  Ante la amenaza de otras tribus, estos ofrecían sus familias e incluso propias esposas como ‘pago tributo’ para su propia salvación.  No puede haber mejor ejemplo de cobardía que esta, al igual que la de sus implicaciones nefastas para las comunidades al cual pertenecen.

    Ser una fémina no exime al individuo(a) de trato justo en el foro publico—de lidiar directamente con los temas en vez de desvirtuarlos por cientos de mecanismos emocionales, o (peor aun) de intentar de ‘feminizar’ al varón para que ‘por espíritu’ ceda su voluntad antes atropellos a si mismo y a su comunidad.  

    Todo varón tiene la obligación de defender ‘su tribu’ ante amenazas externas, sea de sea de donde vengan.  Y este es quizás el mejore legado y ejemplo que el honorable profesor Jose Arsenio Torres dejo con nosotros: un ejemplo idoneó a seguir.

    Lo se, por experiencia propia.