Nuestra viciada judicatura y el ojo digital

    En la cuarta edición de su libro Réquiem para una cultura publicado originalmente en 1970, Eduardo Seda Bonilla escribió que “La elite del poder y sus representantes cuentan en Puerto Rico con medios efectivos para sobornar, con toda una maquinaria de empleos, promociones, distinciones honoríficas, sueldos fabulosos para empleados incompetentes, pero sobornables...."  Las instituciones del país se convierten en depósitos de políticos partidarios que, en vez de usar el integro criterio profesional, dejan que otros le digan que hacer y pensar. Parece que poco ha cambiado hoy, unos cuarenta años después.  (Todo lo contrario si consideramos que este originalmente se refirió a la universidad, que sugiere que la practica se ha extendido a otras instituciones en la isla.).   Se anuncio ayer que el juez Oscar Dávila Suliveres, quien miraba sobre la vista de Paseo Caribe, decidió a favor del empresario.  Muy fácilmente Davila Suliveres le hecho la culpa al gobierno, sin tener que decidir sobre los actuales méritos del reclamo popular quien mediante el "Tribunal del Pueblo" había encontrado un craso gravamen.  Igualmente se encuentra "causa para arresto" de Joseph Raymond Molina, quien claramente se había defendido contra el ataque de Carlos Romero Barcelo. El vídeo del incidente demuestra al ex-gobernador iniciando el conflicto físico al levantarse contra este y tomar una postura agresiva contra Molina--por el cual tuvo que ser controlado por sus amigos.  (Como todos saben que Bush es un idiota, Romero no tenia que enfadarse de nada--si esto de hecho era el tema de discusión como alega Molina.)  Tenemos que limpiar la judicatura si queremos vivir en un país justo que se rige por los actuales principios de la ley, en vez de pretextos técnicos que obvian la verdad y la digna justicia.  (Notamos también que "el caballo", Romero Barcelo, no ha modificado su conducta a la nueva realidad de la cámara eternamente presente.  Este parece presumir erróneamente que fácilmente podía distorsionar el evento y controlar así la interpretación públicamente aceptada.)