¿Cuándo murió el principio de mérito en Puerto Rico?
Fuente: El Vocero
En días recientes hemos leído y escuchado mucha indignación por el tema de los contemporáneamente denominados “hijos talentosos”. Ya, el origen y consecuencias de esa deficiencia social en nuestro país, fue tema en una de nuestras columnas titulada, El hijo de alguien. Incluso en la misma se analizaba esa realidad hasta en el sector privado.
Algunos osan indicar que esa deficiencia es solamente trascendental en el área de la administración pública porque involucra fondos públicos; que total, en el sector privado es dinero de los dueños de la empresa. El que diga eso no tiene idea de cómo funciona el mundo corporativo ni del rigor mediante el cual se opera, por ejemplo, en empresas multinacionales, en las que sus accionistas componen un tipo de sociedad en la que la transparencia y la sobriedad del manejo de esos fondos privados es la piedra angular de su existencia. Cuando en el micro, vemos el favoritismo y el amiguismo en una empresa privada, debemos preocuparnos de igual manera, toda vez, que la suma del agregado de esas pequeñas actividades privadas terminan reflejando una sociedad deficiente la cual a la larga concluye afectando la calidad de vida de todos.
Lo de los hijos y familiares “talentosos” no es nuevo en los gobiernos de este país. Ya en el pasado vimos la contratación de la esposa de un presidente de la Cámara en una instrumentalidad pública; el sobrino y el primo de un exgobernador en una corporación pública; el hermano de la compañera consensual de un secretario de Estado en el Departamento de Desarrollo Económico, y hasta la propia concubina de este con un jugoso contrato. Necesitaría el espacio de diez columnas para seguir con los ejemplos del pasado.
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