Audrey Tang, la ministra hacker que ha revolucionado Taiwan


Fuente: El Pais



 No hay muchos superdotados en la política. Esto no es una afirmación prejuiciosa, sino una evidencia estadística. Los superdotados -o con “altas capacidades intelectuales”, expresión más utilizada en la actualidad- representan poco más del 14% de la población mundial. Así que hay pocos políticos superdotados, al igual que hay pocos periodistas, camareros, atletas o taxistas superdotados. Esta inteligencia superior a la media tampoco es garantía de éxito en lo profesional, ni justifica por sí sola que los individuos que la poseen deban ocupar determinados puestos de responsabilidad. Pero si a una inteligencia excepcional le sumamos una sensibilidad especial para captar las necesidades de la gente y capacidad para empatizar con ellas, no cabe duda de que esa persona puede hacer un gran aporte a la sociedad. Audrey Tang, la ministra Digital de Taiwán, es una de esas personas. Tang posee un cociente intelectual de 180 -sólo el 0,00002% de la población alcanza esa puntuación en los test clásicos que miden el CI- y es una destacada activista social en su país.

Cuando el primer ministro Lin Chuan la incorporó a su equipo de gobierno, Tang ya era una de las hackers más reconocidas del mundo por sus distintos aportes a la cultura del software libre. La suya es una de esas biografías apasionantes que resultan asombrosas por su precocidad y brillantez. Hija de exiliados políticos por participar en las protestas de Tiananmen contra el gobierno chino en 1989, a los seis años ya era capaz de leer a los clásicos en distintas lenguas y poco después, a los ocho, aprendió a programar de forma autodidacta con un libro y sin ordenador (dibujaba las teclas en un papel para hacer los ejercicios). Antes de llegar a la mayoría de edad ya había creado su primera empresa y con 19 años se trasladó a California para trabajar como consultora en Apple. En un perfil publicado por el periódico Taipei Times el pasado mes de agosto poco antes de que asumiera su cargo, el padre de Tang recordaba que desde niña había sido muy “sensible al dolor de los otros”, y por eso no le sorprendió su decisión de abandonar el mundo de la empresa para dedicarse al activismo.




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